El resto de audiocuentos están disponibles aquí.
En el bosque también llegaba el invierno y empezaba a hacer mucho frío, tanto que el río se había helado y los animales ya no se podían bañar en él.
-¡Qué pena!- pensaban la liebre y el castor -¡Con lo que nos gusta bañarnos y nadar en el río!-
En cambio la tortuga estaba contenta, a ella el agua no le gustaba mucho. Era una tortuga de tierra que solo metía sus patas en el agua cuando hacía demasiado calor, nada más que para refrescarse un poco. Pero le daba pena ver al resto de los animales tristes, porque decían que eso de bañarse en el río era muy divertido, y ahora en invierno no podían darse un chapuzón.
-¡No os desaniméis! Con el río helado también nos lo podemos pasar bien, ¡podemos patinar en él!-
-¡Qué idea más genial!- gritaron la liebre y el castor, al tiempo que daban un salto al río helado.
¡Menudo resbalón se dieron! A la tortuga no le había dado tiempo a explicar que para patinar había que entrar despacito en el río y que poco a poco había que delizarse por el hielo.
Y para evitar más resbalones, la tortuga decidió darles clases de patinaje a los animales. Como patines utilizaban unas enormes hojas verdes que ponían bajo sus patas, y con ellas se movían por el hielo como unos verdaderos patinadores. Pero lo mejor era el final de la clase, cuando para celebrar todo lo que iban aprendiendo, la tortuga se ponía panza arriba, los animales se subían en su tripa y ella se dejaba resbalar río abajo como si fuera un trineo.
-Yujuuuuuuuuu ¡A tope de velocidad!- gritaban los animales mientras ella se deslizaba río abajo. ¡Qué divertido era el río también en invierno!
No hay comentarios:
Publicar un comentario