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Audiocuento: Serafín, el viejo delfín

Puedes escuchar aquí el cuento de Serafín, el viejo delfín.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.




Serafín era el delfín más viejo del mar. Los lunes, todos los peces se reunían entorno a él en un rinconcito para escuchar las viejas historias del mar: de cuando llegaron los primeros delfines, de cuando se enfrentaron a los tiburones, de cuando nacieron los primeros peces payaso o de cuando cultivaron algas de muchos colores para tener un hermoso jardín en aquel mar en el que ahora todos vivían.
Eran unos momentos especiales en los que solo se oía la ronca voz de Serafín el viejo delfin mientras contaba largas y entretenidas historias.
Pero un lunes, Serafín no apareció. No estaba esperando en su rinconcito, y los peces empezaron a preocuparse.

"Vamos a preguntar a su hija Delfina", dijo en voz alta un tiburón. Y Delfina les contó que Serafín el viejo delfín ya no estaba, que había cumplido tantos años que estaba muy cansado y se había ido al cielo a descansar.
- Pero me ha dicho que no os pongáis tristes y ha dejado un libro repleto de bonitas historias para que lo leais todos los lunes en su rinconcito- continúo explicando Delfina.
Los peces se disgustaron ante la triste noticia porque ya no iban a ver a Serafín, pero en cuanto abrieron el libro de las historias no tardaron en empezar a reírse ¡la primera historia era muy graciosa! Contaba cómo la tortuga más anciana del mar un día de carnaval se había disfrazado de bebé tortuga ¡con un enorme chupete!
Así que todos los lunes, a pesar de que Serafín ya no estaba, los peces se reunían en su rinconcito y le recordaban mientras se iban turnando para leer su libro de historias. Lo que Serafín no llegó a saber es que gracias a él, a muchos peces les entraron unas ganas enormes de leer. ¡Todos querían poder leer del libro de Serafín!
Ilustración: Ana del Arenal

¡A navegar!


Cuento sobre el primer viaje en barco


Tina y Leo pensaban que iban a la playa, como siempre, cuando se han subido al coche con el traje de baño, los manguitos, el cubo y la pala. Pero papá no ha aparcado donde lo hace habitualmente. Ha pasado de largo y han llegado hasta el puerto.
          - ¿Qué hacemos aquí?, ha preguntado Tina.
          - Siempre preguntáis qué hay en la isla que se ve desde la playa.
          - Yo ya sé que una isla es un sitio que tiene mar alrededor, ha explicado Leo.
          - Bien, pues hoy vamos a coger un barco para ir hasta esa isla y pasaremos el día allí.

¡Qué contentos se han puesto Tina y Leo! Así que mamá y papá han comprado los billetes y han subido todos al barco. No era muy grande, pero tenía dos pisos. Todos han querido subir al de arriba, para ver bien el mar.

Al cabo de unos minutos, el barco se ha puesto en marcha y ha empezado a navegar rumbo a la isla. ¡Cómo se movía! De vez en cuando venía una ola. “¡Esto se parece mucho al parque de atracciones!”, ha exclamado Leo. Y todos se han reído.

Todos menos papá, que llevaba un rato bastante serio. “¿Qué ocurre?”, ha preguntado mamá, “¿estás bien?”.

Papá ha dicho que se estaba mareando un poco y ha bajado al piso de abajo. “Vamos contigo”, le ha dicho Tina. Pero papá le ha contestado que disfrutaran del viaje, que él volvería enseguida, en cuanto estuviera un poco mejor.
Mamá, Tina y Leo lo han pasado en grande. Han visto muchas gaviotas y otros barcos. Por fin han llegado a la isla, ¡allí había otra playa!

          - "¿Os ha gustado el viaje?", ha preguntado papá, que al bajar del barco ya tenía mejor cara.
          - ¡Sí! Pero tú estás malito.
          - No os preocupéis. Mucha gente se marea cuando va en barco. Ahora ya me encuentro mejor. ¡Estoy listo para construir con vosotros un castillo de arena!
Ilustración: Ana del Arenal

La nutria y el caballito de mar



Cuento sobre la amistad entre una nutria y un caballito de mar

En un enorme río de América del Norte vivía una nutria que era la número uno en natación. Pero en su última competición se había golpeado con una enorme piedra la cola, y había llegado la última en la carrera, empatando con el pequeño caballito de mar. 

-No te entristezcas nutria, yo siempre pierdo porque soy el más pequeño, y aún así me lo paso bien compitiendo- le explicó el caballito de mar.

La nutria pensó que no era justo perder por ser pequeño, además seguro que si el caballito de mar se entrenaba también podía ganar. Y eso fue lo que le propuso. Entrenar para ganar la gran carrera de primavera que se celebraba dos semanas más tarde. Al caballito de mar le pareció una idea genial. Y los días posteriores se levantaban pronto para correr con los tiburones, después de comer se iban a saltar con los delfines y por la tarde iban a la playa con los cangrejos para entrenarse andando hacia atrás. 

Llegó el gran día de la gran carrera de primavera, y el caballito de mar se situó nervioso en el punto de salida y a la de tres salió dando grandes saltos con los que avanzaba muy deprisa, y adelantó al pez payaso, al pez raya, al pez espada y a la tortuga de mar. ¡Y consiguió llegar el tercero! Después del delfín y la morena.  

Todos los animales del mar le felicitaron por su esfuerzo y por haber llegado el tercero ¡se nota que has hecho un buen entrenamiento con la nutria y que te has esforzado! Y por eso le dieron una medalla especial, quizá la que más valía, la medalla al esfuerzo y a la superación. Y el caballito de mar siguió entrando con la nutria y después de un tiempo incluso llegó primero en alguna carrera. 

Ilustración: Ana del Arenal

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El color del mar


Esta tarde, mientras jugaban en el parque con su amigo Malick, Tina y Leo han escuchado cómo dos señoras que pasaban por allí han comentado: “¡Qué bien! Los niños blancos y los negros jugando juntos”.

Tina y Leo no han entendido qué querían decir, y al llegar a casa se lo han preguntado a su ama.

           - ¿Por qué nos han dicho eso? Malick no es negro. Como mucho es marrón, como el chocolate. ¡Y nosotros no somos blancos!, ha dicho Tina.
           - La leche sí es blanca, ha continuado Leo. Pero mira mi brazo: no es del mismo color que la leche.
           - Tenéis razón chicos, les ha explicado ama. Lo que ocurre es que, a veces, el color no es lo más importante, no es lo que define las cosas. ¡Y mucho menos a las personas! Ahora lo entenderéis.

Ama ha encendido el ordenador y en la pantalla han aparecido las fotos de las vacaciones de verano en la playa. “Fijaos bien en el mar”, les ha pedido.

Los días de sol el mar se veía azul claro, muy claro, casi verde. Pero durante dos días, Tina y Leo no pudieron ir a la playa porque llovía. En las imágenes, el mar aparecía de un azul mucho más oscuro. “Cambia el color, pero sigue siendo el mar”.

“Como bien habéis dicho, ni vosotros sois blancos, ni Malick es negro”, ha continuado ama. “Todos sois niños de color piel. Malick tiene la piel un poco más oscura, vosotros un poco más clara. Como en el mar, el color puede cambiar. Pero el mar es siempre el mar, y vosotros sois todos niños. ¡Niños muy divertidos a los que les encanta jugar!”

Ilustración: Ana del Arenal

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La gran idea de la ballena azul

Cuento de una ballena azul que querían cazar
Dibujo: Ana del Arenal


En las aguas de algún océano vivía una ballena azul que tranquilamente nadaba. Era gigante y le gustaba jugar con los peces más pequeños. 


Últimamente estaba algo asustada, porque había muchos barcos balleneros, que iban en busca de ballenas como ella. Así que casi no salía ya a jugar y pasaba las horas pensando ideas para poder ahuyentar a los hombres que venían en esos barcos.

 -Mmmm ¿cuál es el animal al que más miedo tienen los hombres?- preguntó la ballena a sus amigos.

-A mí- le respondió orgulloso el tiburón.

-Pues me voy a disfrazar de tiburón.

Y se puso una aleta de mentiras. Y el truco funcionó porque los hombres se asustaron. 

Pero unos días más tarde se acercaron otros hombres, pescadores de tiburones. Y entonces la ballena cambió de disfraz. Esta vez de delfín. Pero unos días más tarde se acercaron otros hombres, pescadores de delfines. Y entonces la ballena cambió de disfraz, ahora de piraña. Pero unos días más tarde otros hombres pescadores de pirañas se acercaron... y la ballena azul ya estaba tan agotada de disfrazarse para huir de los hombres pescadores que pensó en una idea mejor. Puso un enorme cartel a la entrada del océano que decía "Peligro. Hay pescadores de hombres". 

Y así los hombres asustados por si alguien les pescaba ya no se acercaron, ¡y todos los peces del océano pudieron jugar tranquilamente!

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Serafín el viejo delfín

(También disponible como audiocuento).
Cuento sobre un viejo y querido delfín

Serafín era el delfín más viejo del mar. Los lunes todos los peces se reunían entorno a él en un rinconcito para escuchar las viejas historias del mar: de cuando llegaron los primeros delfines, de cuando se enfrentaron a los tiburones, de cuando nacieron los primeros peces payaso o de cuando cultivaron algas de muchos colores para tener un hermoso jardín en aquel mar en el que ahora todos vivían.

Eran unos momentos especiales en los que solo se oía la ronca voz de Serafín el viejo delfin mientras contaba largas y entretenidas historias.

Pero un lunes ocurrió que Serafín no apareció, no estaba esperando en su rinconcito, y los peces empezaron a preocuparse.

-Vamos a preguntar a su hija Delfina- dijo en voz alta un tiburón. Y Delfina les contó que Serafín el viejo delfín ya no estaba, que había cumplido tantos años que estaba muy cansado y se había ido al cielo a descansar.

- Pero me ha dicho que no os pongáis tristes y ha dejado un libro repleto de bonitas historias para que lo leais todos los lunes en su rinconcito- continúo explicando Delfina.

Los peces se disgustaron ante la triste noticia porque ya no iban a ver a Serafín, pero en cuanto abrieron el libro de las historias no tardaron en empezar a reírse ¡la primera historia era muy graciosa! Contaba cómo la tortuga más anciana del mar un día de carnaval se había disfrazado de bebé tortuga ¡con un enorme chupete!

Así que todos los lunes, a pesar de que Serafín ya no estaba, los peces se reunían en su rinconcito y le recordaban mientras se iban turnando para leer su libro de historias. Lo que Serafín no llegó a saber es que gracias a él, a muchos peces les entraron unas ganas enormes de leer ¡todos querían poder leer del libro de Serafín! 

Ilustración: Ana del Arenal

El cumpleaños del pulpo

Cuento de un pulpo y sus amigos los peces el día de su cumpleaños
Dibujo: Ana del Arenal

Hoy es un gran día en el mar, el agua está especialmente salada y los peces andan como locos porque es el cumpleaños del pulpo. Es el cumpleaños que más gusta sobre todo porque hay un momento en el que los invitados pueden montarse en los 8 enormes tentáculos del pulpo y este empieza a dar vueltas como si fuera una barraca. “¡Yujuuuu!”, gritan todos los animales del mar mientras se marean con las vueltas que les da el pulpo. Y se agarran fuerte a sus tentáculos para no caerse.

Sin embargo, para el pulpo el mejor momento de su cumpleaños es cuando toca abrir los regalos. Y hoy ya ha abierto el primero y son unos calcetines, “¡qué bien para el invierno que el agua está muy fría!”. Después abre el segundo y son otros calcetines, “¡vaya así ya tengo unos de repuesto!”. Y cuando coge el tercer regalo resulta que también son unos calcetines, “¡uy qué voy a hacer con tanto calcetín!...”, suspira mientras piensa que no le han hecho tanta ilusión los regalos.

Menos mal que en lugar de entristecerse por tener todos los regalos iguales ha decidido darles otro uso. Para ello, ata los calcetines unos con otros y los convierte en una enorme cuerda con la que saltar a la comba ¡y qué bien se lo pasan todos los animales saltando a la comba! Tanto que el pulpo decide dejar los calcetines atados para siempre, para poder jugar mientras piensa que ¡tiene que ir a una tienda a comprar calcetines! ¡Qué no tiene y los necesita para estar calentito durante el invierno que el agua está muy fría!


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Dos gambas de cumpleaños

En el mar dos gambas celebran su cumpleaños

En un mar muy azul vivían dos gambas muy animadas a las que les gustaba mucho ir de cumpleaños.  Sobre todo les encantaba envolver los regalos que compraban con un bonito papel y ponerle un gran lazo de color.

Pero llegó un momento en el que tantos regalos hicieron que se quedaron sin dinero para poder comprar más regalos. Y entonces ya nos les gustaba ir a los cumpleaños porque ¡no había regalo qué envolver ni dónde poner un lazo!

Hasta que un día su mejor amigo, Langostino, les invitó a su fiesta de cumpleaños ¡No podían faltar! ¡Langostino cumplía 5 años! Y pensando pensando se les ocurrió hacerle un regalo especial, sin dinero pero con mucha imaginación.

Para ello, recogieron algas de muchos colores y de sus casas una gamba cogió una perla un poco vieja que la pintaron de verde y la otra una concha blanca que nadie utilizaba ya. Y con todo ello hicieron una bonita bandeja decorada ¡Con lo que le gustaban a Langostino las cosas para decorar!

Y contentas se fueron al cumpleaños. Y se dieron cuenta de que había sido el regalo que más había gustado de todos los que habían regalado, y que de ahora en adelante no necesitaban dinero para hacer regalos ¡solo imaginación y mucho cariño!

Y volvieron a ir a todos los cumpleaños y a celebrar también los medio cumpleaños y los casi cumpleaños ¡tenían un montón de ideas en la cabeza y querían hacer regalos todos los días!

Ilustración: Ana del Arenal