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¡Halloween!





Tina y Leo hacen una fiesta de Halloween



Los mellizos Tina y Leo han decorado la casa para celebrar Halloween. Una gran calabaza en la entrada y fantasmas y monstruos colgados por todas partes. Cada Halloween, papá cuenta historias terroríficas para asustarles. Este año, han planeado con la ayuda de mamá asustarle ellos a él.
Tina se ha puesto un disfraz de bruja y Leo se ha convertido en fantasma gracias a una sábana. Se han escondido, esperando a que volviera del trabajo. Cuando papá ha abierto la puerta de casa Leo ha salido de detrás del perchero.
          - ¡Uuuuuuh!
¡Qué susto! Papá incluso ha dado un pequeño grito y ha tenido que sentarse en el sillón para recuperarse. Y justo entonces, Tina ha aparecido tras el sillón.
          - ¡Uuuuuuh!
¡Otro susto! “Pero bueno, ha exclamado papá, ¡si tenemos una bruja y un fantasma en casa!”.
          - ¡Papá! ¡Somos nosotros, Tina y Leo!
Y todos se han echado a reír. Tina y Leo han corrido a la cocina a contarle a mamá lo terroríficos que habían sido y…
          - ¡Uuuuuuh!
Papá estaba detrás de la puerta de la cocina. ¡Vaya susto!
Tanto susto les ha dado hambre… Así que se han sentado a la mesa a tomar una deliciosa merienda de Halloween. “¡Papá, queremos oír una historia de terror!”
Ilustración: Ana del Arenal

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El murciélago bailarín

Cuento de un murciélago que amaba bailar
Había una vez un murciélago peludo y volador que por las noches bailaba y por el día descansaba boca abajo en su cueva. Por su cumpleaños le regalaron unos cascabeles que se colgó en sendas alas y entonces sus bailes se convirtieron en un hermoso espectáculo al que acudían todos los animales del bosque cada noche.

Pero un día el murciélago se rompió un ala y tuvo que dejar de bailar para siempre.  Se encerró en su cueva y pasó varias semanas colgado sin moverse, muy triste. Hasta que decidió que a él le seguía gustando el baile y que como no podía bailar, iba a enseñar a los animales del bosque. Porque viéndoles bailar, iba a disfrutar también un montón.

Todos querían bailar como él, así que empezó enseguida las clases de baile. El que más difícil lo tenía era el hipopótamo que con sus cortas patas y su grueso cuerpo no conseguía seguir el ritmo.  En cambio las águilas y los conejos lo hacían de maravilla.

Cuando llegó el final del otoño, la mayoría se podía decir que sabían bailar. Y en agradecimiento al esfuerzo que había hecho el murciélago enseñándoles, le prepararon una bonita sorpresa ¡el baile del murciélago bailarín! Un baile para el que se ponían todos dos alas negras y bailaban los pasos preferidos del murciélago. Y al murciélago bailarín aquello le pareció tan genial como las noches en las que podía bailar.  Y entonces decidió dedicarse a enseñar a bailar y por eso le empezaron a llamar “el murciélago maestro bailarín”.

Ilustración: Ana del Arenal

Lee cuando quieras este cuento infantil sobre un murciélago