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La mariquita sin manchas


Cuento infantil de una mariquita sin manchas
Dibujo: Ana del Arenal


La mariquita sin manchas era muy conocida en el jardín, aunque a veces se equivocaban y decían que era un escarabajo rojo. 


Ella tenía que repetir una y otra vez “¡No soy un escarabajo! ¡Soy una mariquita sin manchas! ¡pero mariquita como el resto de las mariquitas!”.  Y mientras lo decía, pensaba “¡cómo me gustaría tener manchas para que no dijeran que parezco un escarabajo rojo!”


Y la verdad es que esta mariquita había realizado numerosos intentos para ponerse unas manchas. Pero ninguno había funcionado: si se las pintaba, cuando llovía se borraban; si se las pegaba, cuando se bañaba en el río se despegaban; si se ponía una camiseta con manchas, pasaba demasiado calor…

Un día ocurrió algo asombroso. Cuando por la mañana se despertó, se miró en el espejo y observó unas pequeñas manchas que le estaban creciendo en su caparazón. Eran unos pequeños puntos negros. “¡Genial! Tengo manchas como el resto de las mariquitas”, pensó contenta.

Sin embargo, cuando fue a jugar sintió algo extraño, hasta ahora todos los bichos del jardín le reconocían sin problema pues ¡era la única mariquita sin manchas! Pero ahora nadie la encontraba y la confundían con el resto de mariquitas. Hasta el ciempiés se acercó a ella para preguntarle si había visto a la mariquita sin manchas. Y ella le respondió “¡si soy yo!” Pero el ciempiés no le creyó al verle los pequeños puntos negros que tenía su caparazón.

Así que la mariquita decidió que quería ser como antes para que sus amigos le reconocieran. Se pasó una semana entera intentando limpiarse con jabón las manchas que le estaban saliendo. Y tanto tanto lo intentó que al final lo consiguió, y volvió a ser la mariquita sin manchas a la que confundían con un escarabajo rojo. Pero ahora ella respondía “no soy un escarabajo, soy una mariquita original y única, ¡soy la mariquita sin manchas!”

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El osito que descubrió la nieve


Tierna historia de la mamá osa y el osito un día de nieve
Dibujo: Ana del Arenal
Había una vez un osito que vivía en una pequeña cueva con la mamá osa y el papa oso. Cuando empezaba el invierno el osito y su familia hibernaban en la cueva, durmiendo los días de nieve y frío, para despertarse en primavera con los primeros rayos del sol. 

Antes de cerrar los ojos, el osito siempre le decía a su mamá que le gustaría ver la nieve de cerca. Pero no era posible, porque en los meses que helaba, su familia se resguardaba en la cueva y no salía de ella hasta que fuera comenzaba el calor. 

Pero el día de su quinto cumpleaños, cuando el invierno ya había terminado, la mamá osa quiso darle una sorpresa y hacerle ver la nieve, pero una nieve especial. Por eso, mamá osa compró muchos sacos de harina y les pidió a los pájaros que la desparramaran por todo el bosque. 

Y así, cuando el osito se despertó la mañana de su cumpleaños, vio las copas de los árboles, la hierba y las montañas, cubiertas de una hermosa capa blanca que parecía nieve. 

Corriendo fue a contárselo a su mamá… y su mamá le dijo que además era una nieve especial con la que se podían hacer riquísimos pasteles. Y con un puñado de esa nieve, unos huevos y algo de leche, le hizo el mejor pastel de cumpleaños que jamás había tenido el osito.



EL OSO PANDA MÚSICO

(También disponible como audiocuento)




Cuento sobre un oso panda que quería ser músico
Dibujo: Ana del Arenal

Bombom era un oso panda que vivía en los montes de China, y que disfrutaba un montón comiendo bambú y tocando un pequeño tambor que un tío lejano suyo le había regalado.


Un día, su tambor, de tanto tocar, se rompió. Se hizo un enorme agujero y dejó de sonar. Por eso Bombom estaba triste. En cambio, el resto de los animales del monte estaban contentos, ¡por fin podrían oír los sonidos que habitualmente hay en la naturaleza! Como el piar de los pájaros o el aullido del lobo, en lugar del horrible tambor.

Bombom sin embargo ya no era el mismo, casi no corría ni jugaba con ellos. Se pasaba el día intentando hacer sonar de nuevo su roto tambor.

No podía seguir así. Estaba claro que había que pensar una idea para que se sintiera de nuevo contento. Y a sus amigos se les ocurrió inventar un nuevo instrumento. Pero uno especial que tuviera un sonido dulce.

Y con un bambú construyeron una bonita flauta.

¿Y qué pasó? Que cuando Bombom la vio, se puso muy contento ¡por fin podía de nuevo hacer sonar un instrumento! Pero cuando se lo acercó a su boca, sintió su rico olor a bambú, y se lo comió. ¡Y de nuevo se quedó sin instrumento!



Lee cuando quieras este cuento infantil sobre un oso panda


Los tres cerditos y el lodo


Cuento de tres cerditos que se divierten en el barro
Dibujo: Ana del Arenal

Eran tres hermanos cerditos a quienes les gustaba mucho ir a la escuela. Tenían cada uno una mochila preciosa con su nombre, en la que guardaban su estuche, el cuaderno y un libro de lectura.

Se levantaban muy temprano por la mañana para desayunar una manzana muy madura, casi casi pocha, y un buen vaso de leche que bebían con una pajita haciendo mucho ruido.

Un día, volviendo de la escuela, pasaron delante de un gran charco lleno de lodo. Con lo que les gustaba a ellos bañarse en el lodo, no lo dudaron, se quitaron las mochilas y saltaron al charco, a la de una, a las dos y a las tres. Jugaron durante horas y horas, manchándose de lodo.

Cuando empezó a atardecer y casi ya no quedaba lodo en el charco, se dieron cuenta de que se había hecho muy tarde y de que sus padres estarían preocupados en casa esperándoles. Debían de pensar en alguna excusa para explicar porqué llegaban tan tarde.

Por el camino fueron discutiendo. El mayor decía que podían inventarse que les había entretenido un lobo por el camino, el mediano que  se había roto el puente por el que siempre pasaban para llegar a casa y el pequeño dijo que lo mejor era decir la verdad.

Y cuando llegaron a casa, sin pensarlo, les contaron a sus padres lo bien que se lo habían pasado jugando en el lodo y que por eso se les había hecho tarde. Y como al papa cerdo y a la mamá cerda también les encantaba el lodo, les preguntaron dónde estaba ese hermoso charco ¡para ir todos juntos a darse un chapuzón!

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Los erizos colorados
El zorro aviador
Las ranas raperas




La cebra pintora

Cuento de una cebra con rayas de colores
Dibujo: Ana del Arenal

Había una cebra muy alegre que todas las mañanas se pintaba sus rayas de los colores del arcoíris. Decía que no quería ser una cebra triste, blanca y negra, que quería ser alegre y bonita como el arcoíris. Así que después de desayunar, con mucha paciencia, pintaba una a una sus rayas de amarillo, naranja, verde, azul, morado…


Y por la noche, antes de irse a dormir, se daba un baño largo en el río para quitarse la pintura, y recuperar sus colores blanco y negro.

Una noche, su amiga la liebre le vio mientras se bañaba y descubrió que su amiga en realidad no tenía rayas de colores.

-¿Y por qué te pintas las rayas?
-Porque quiero ser bonita como el arcoiris y no aburrida como el blanco y el negro.
-Estás confundida, el blanco y el negro son también colores bonitos. Mira lo dulce que es la música de un piano con sus teclas blancas y negras, o cómo ilumina la luz blanca de la luna llena, o lo divertida que es la chistera negra del mago, o la nieve blanca ¡y el chocolate negro!

Lo que le dijo su amiga la liebre le dio qué pensar a la cebra. Realmente había cosas blancas y negras que eran hermosas. Y si ella tenía rayas blancas y negras también podía serlo. Así que decidió dejar de pintarse y ser blanca y negra y ¡llamarse la cebra piano!, porque su piel se parecía al teclado de un piano. Y tanto le gustó la idea que hasta se pintó algunos de sus dientes de color negro. Y su amiga la liebre le decía:

- ¡Está claro que lo que tú querías era pintarte de todas formas! ¡en lugar de la cebra piano, te deberías de llamar la cebra pintora!

Lee cuando quieras este cuento infantil sobre una cebra

La jirafa con dolor de garganta

Cuento de la jirafa
Había comenzado el invierno en la selva, y el frío hacía que los animales se resguardaran en sus cuevas. Todos menos la jirafa, que era muy juguetona y le encantaba salir a comer las hojas más altas de los árboles. 

Y salió el lunes, el martes y el miércoles. Pero el jueves se notaba cansada y le empezaba a doler la garganta. Su largo cuello se había mojado demasiado con el viento y la lluvia del invierno y se había enfriado. ¡Hasta llegó a tener un poco de fiebre! Así que descansó en su cueva durante dos semanas, hasta que se curó del todo.

Pero durante esos días su abuela jirafa le enseñó a tejer, y así, antes de salir de nuevo a jugar, pudo hacerse una enorme bufanda para proteger su largo cuello del frío. Pero no fue suficiente, tuvo que tejer una segunda,  y luego una tercera… ¡hasta 4 bufandas! Y le quedaron tan bonitas que el resto de jirafas le pidieron que les tejiera también a ellas unas bufandas de muchos colores para protegerse del frío.


Ilustración: Ana del Arenal
Lee cuando quieras este cuento infantil sobre una jirafa

Audiocuento: El cocodrilo enamorado

Puedes escuchar aquí el cuento El cocodrilo enamorado.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.


Coco era un cocodrilo verde y vago que se pasaba los días en el lago. Cada día que pasaba se aburría más. Miraba con envidia a la tortuga que vivía en la orilla de enfrente y que se ganaba la vida transportando de un lado a otro del lago a conejos, caracoles y gusanos. La tortuga movía rápidamente su cola y atravesaba a toda velocidad las aguas al tiempo que imitaba el ruido de un motor.
-Bruuuummmm
-Parece que la tortuga se divierte a pesar de estar trabajando- pensaba el cocodrilo.
A él eso de trabajar no le parecía divertido. Prefería aburrirse. Aunque significara estar siempre solo, sin amigos y sin hablar ni reír con nadie.
Hasta que una tarde llegó al lago una cocodrila nueva. Coco enseguida se enamoró de ella y la quiso impresionar. 
-Me pondré a trabajar, haré amigos y ella también querrá ser amiga mía.
Y empezó a transportar animales de un lado a otro del lago. Acordó con la tortuga que él lo haría los días de lluvia. Así los animales estarían a cubierto en su enorme boca y los días de sol él descansaría. ¡Y descubrió que sí era divertido trabajar sobre todo porque se hizo un montón de amigos que le contaban historias geniales! Y además, la cocodrila nueva se acercó a él para que le explicara cómo se podía trabajar en ese lago y para que le presentara a sus amigos.

Y acabaron por enamorarse. Y Coco el cocodrilo continuó divirtiéndose y olvidó la época en la que le gustaba aburrirse y no trabajar.

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuentos en El Bául de los Cuentos


¿Qué os parece este bonito diseño que ha hecho Nazaret León para nuestro blog? Es la mejor forma para recordaros que todos los domingos podéis oir las historias del bául en Radio Euskadi.

Si no os va bien el horario, que ya conocemos nuestras/vuestras vidas ocupadísimas, podéis descargar directamente los audiocuentos en nuestra sección Audiocuentos.

¡Atent@s que empieza!

Las ranas raperas

Cuento de las ranas que cantaban rap


Eran tres hermanas ranas verdes que se aburrían en su charca. Cada mañana cuando se despertaban repetían “me aburro, me aburro”, y se ponían a saltar de nenúfar en nenúfar hasta que pasaba una mosca y se la comían.

Un día el pato que también vivía en esa charca y que estaba cansado de tanto oír “me aburro, me aburro” les dijo muy enfadado:

-¿Por qué decís todas las mañanas lo mismo? Parece que estáis cantando una canción.

Y en lugar de enfadarse las ranas, les pareció genial la idea que, sin darse cuenta, el pato les había dado.  

-Vamos a cantar. Eso es lo que vamos a hacer para pasarlo bien. Vamos a pensar la letra de una canción y a acompañarla con nuestros saltos ¡Nos vamos a convertir en las tres ranas raperas!

Y se inventaron una animada canción que decía así: “me aburro, me aburro y me compro un burro que como no sabe nadar, no puede venir, a mi charca a jugar”.


Y qué éxito tuvo la canción, y cómo se divertían las tres ranas raperas mientras la cantaban y bailaban. Quien sin embargo no se divertía era el pato, que ahora también estaba harto de que todas las mañanas le despertaran las ranas con la misma canción.

Ilustración: Ana del Arenal
Lee cuando quieras este cuento infantil sobre una rana

Audiocuento: los tres cerditos y el lodo

Puedes escuchar aquí el cuento Los tres cerditos y el lodo.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.


Érase una vez tres hermanos cerditos a quienes les gustaba mucho ir a la escuela. Tenía cada uno una mochila preciosa con su nombre, en la que guardaban su estuche, el cuaderno y un libro de lectura.

Se levantaban muy temprano por la mañana para desayunar una manzana muy madura, casi casi pocha, y un buen vaso de leche que bebían con una pajita haciendo mucho ruido.

Un día, volviendo de la escuela, pasaron delante de un gran charco lleno de lodo. Con lo que les gustaba a ellos bañarse en el lodo, no lo dudaron: se quitaron las mochilas y saltaron al charco a la de una, a las dos y a las tres. Jugaron durante horas y horas, manchándose de lodo.

Cuando empezó a atardecer y casi ya no quedaba lodo en el charco, se dieron cuenta de que se había hecho muy tarde y de que sus padres estarían preocupados en casa esperándoles. Debían de pensar en alguna excusa para explicar porqué llegaban tan tarde a casa.

Por el camino fueron discutiendo. El mayor decía que podían inventarse que les había entretenido un lobo por el camino, el mediano que se había roto el puente por el que siempre pasaban para llegar a casa y el pequeño dijo que lo mejor era decir la verdad.

Y cuando llegaron a casa, sin pensarlo, les contaron a sus padres lo bien que se lo habían pasado jugando en el lodo y que por eso se les había hecho tarde. Y como al papa cerdo y a la mamá cerda también les encantaba el lodo, les preguntaron dónde estaba ese hermoso charco ¡para ir todos juntos a darse un chapuzón!

Ilustración: Ana del Arenal

Una mariquita sin manchas para colorear


Dibujo de una mariquita para colorear

Os podéis descargar esta mariquita sin manchas para que l@s pequeñ@s de la casa la coloreen. ¡Incluso pueden dibujar las manchas y cambiar el final de la historia! Aunque antes os recomendamos que se lo leáis para que disfruten con el cuento de la mariquita sin manchas. También podéis escucharlo, porque está disponible como audiocuento.

La araña patosa


Cuento de una araña que aprendió a tejer
Dibujo: Ana del Arenal


Érase una vez una arañita que tejía telarañas desde la mañana hasta la noche. Con sus largos hilos iba haciéndolas hasta que una de sus 8 patas se enganchaba y estropeaba su trabajo. “Qué patosa soy”, pensaba entonces. Y volvía a empezar una nueva telaraña con mucho cuidado para no romperla.

El caso es que nunca conseguía terminar una. Aunque tampoco le preocupaba mucho. Su hermana mayor siempre compartía con ella las presas que cazaba en sus telarañas.  Pero un día su hermana se puso enferma y no pudo tejer, y se quedaron sin insectos para comer.

-Tienes que intentar hacer tú una telaraña- le decía su hermana.
-¡Pero es que siempre meto la pata!- respondía la arañita nerviosa.

Sin embargo, decidieron intentarlo. Y para conseguirlo, mientras tejía la arañita, su hermana mayor le vigilaba y avisaba cuando una de sus patas se iba a enganchar.  

-¡Cuidado con la pata 7!
- ¡Cuidado con la pata 3!
-¡No metas la pata 2!


Y a pesar de tanto jaleo de patas y números la arañita terminó su primera telaraña sin meter ninguna pata. Pero en lugar de tener la forma habitual, salió con forma de número 3. ¡Qué chulada de telaraña! Y continúo haciendo telarañas con forma del resto de números: 4, 5, 6, 7... y sin darse cuenta aprendió a hacer telarañas y nunca más volvió a ser una araña patosa.   


Audiocuento: la tortuga patinadora

Puedes escuchar aquí el cuento La tortuga patinadora.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.

En el bosque también llegaba el invierno y empezaba a hacer mucho frío, tanto que el río se había helado y los animales ya no se podían bañar en él.
-¡Qué pena!- pensaban la liebre y el castor -¡Con lo que nos gusta bañarnos y nadar en el río!-
En cambio la tortuga estaba contenta, a ella el agua no le gustaba mucho. Era una tortuga de tierra que solo metía sus patas en el agua cuando hacía demasiado calor, nada más que para refrescarse un poco. Pero le daba pena ver al resto de los animales tristes, porque decían que eso de bañarse en el río era muy divertido, y ahora en invierno no podían darse un chapuzón.
-¡No os desaniméis! Con el río helado también nos lo podemos pasar bien, ¡podemos patinar en él!-
-¡Qué idea más genial!- gritaron la liebre y el castor, al tiempo que daban un salto al río helado.
¡Menudo resbalón se dieron! A la tortuga no le había dado tiempo a explicar que para patinar había que entrar despacito en el río y que poco a poco había que delizarse por el hielo.
Y para evitar más resbalones, la tortuga decidió darles clases de patinaje a los animales. Como patines utilizaban unas enormes hojas verdes que ponían bajo sus patas, y con ellas se movían por el hielo como unos verdaderos patinadores. Pero lo mejor era el final de la clase, cuando para celebrar todo lo que iban aprendiendo, la tortuga se ponía panza arriba, los animales se subían en su tripa y ella se dejaba resbalar río abajo como si fuera un trineo.
-Yujuuuuuuuuu ¡A tope de velocidad!- gritaban los animales mientras ella se deslizaba río abajo. ¡Qué divertido era el río también en invierno!

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: Serafín, el viejo delfín

Puedes escuchar aquí el cuento de Serafín, el viejo delfín.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.




Serafín era el delfín más viejo del mar. Los lunes, todos los peces se reunían entorno a él en un rinconcito para escuchar las viejas historias del mar: de cuando llegaron los primeros delfines, de cuando se enfrentaron a los tiburones, de cuando nacieron los primeros peces payaso o de cuando cultivaron algas de muchos colores para tener un hermoso jardín en aquel mar en el que ahora todos vivían.
Eran unos momentos especiales en los que solo se oía la ronca voz de Serafín el viejo delfin mientras contaba largas y entretenidas historias.
Pero un lunes, Serafín no apareció. No estaba esperando en su rinconcito, y los peces empezaron a preocuparse.

"Vamos a preguntar a su hija Delfina", dijo en voz alta un tiburón. Y Delfina les contó que Serafín el viejo delfín ya no estaba, que había cumplido tantos años que estaba muy cansado y se había ido al cielo a descansar.
- Pero me ha dicho que no os pongáis tristes y ha dejado un libro repleto de bonitas historias para que lo leais todos los lunes en su rinconcito- continúo explicando Delfina.
Los peces se disgustaron ante la triste noticia porque ya no iban a ver a Serafín, pero en cuanto abrieron el libro de las historias no tardaron en empezar a reírse ¡la primera historia era muy graciosa! Contaba cómo la tortuga más anciana del mar un día de carnaval se había disfrazado de bebé tortuga ¡con un enorme chupete!
Así que todos los lunes, a pesar de que Serafín ya no estaba, los peces se reunían en su rinconcito y le recordaban mientras se iban turnando para leer su libro de historias. Lo que Serafín no llegó a saber es que gracias a él, a muchos peces les entraron unas ganas enormes de leer. ¡Todos querían poder leer del libro de Serafín!
Ilustración: Ana del Arenal

Cuentos para colorear

Dibujo para colorear de una ballena azul


A partir de hoy abrimos nueva sección para que los más pequeños de la casa se animen a colorear las ilustraciones que acompañan los cuentos del bául. Empezamos con "La gran idea de la ballena azul". Después de leerlo, podéis descargar lámina para colorear de la ballena

¡A colorear!

El cocodrilo enamorado

(También disponible como audiocuento)







Cuento de un cocodrilo que se enamora
Coco era un cocodrilo verde y vago que se pasaba los días en el lago. Cada día que pasaba se aburría más. Miraba con envidia a la tortuga que vivía en la orilla de enfrente y que se ganaba la vida transportando de un lado a otro del lago a conejos, caracoles y gusanos.  La tortuga movía rápidamente su cola y atravesaba a toda velocidad las aguas al tiempo que imitaba  el ruido de un motor.

-Bruuuummmm

-Parece que la tortuga se divierte a pesar de estar trabajando- pensaba el cocodrilo.

A él eso de trabajar no le parecía divertido. Prefería aburrirse. Aunque significara estar siempre solo, sin amigos y sin hablar ni reír con nadie.

Hasta una tarde llegó al lago una cocodrila nueva. Coco enseguida se enamoró de ella y la quiso impresionar. 

-Me pondré a trabajar, haré amigos y ella también querrá ser amiga mía.

Y empezó a transportar animales de un lado a otro del lago. Acordó con la tortuga que él lo haría los días de lluvia. Así  los animales estarían a cubierto en su enorme boca y los días de sol él descansaría. ¡Y descubrió que sí era divertido trabajar sobre todo porque se hizo un montón de amigos que le contaban historias geniales! Y además, la cocodrila nueva se acercó a él para que le  explicara cómo se podía trabajar en ese lago y para que le presentara a sus amigos.

Y acabaron por enamorarse. Y Coco el cocodrilo continuó divirtiéndose y olvidó la época en la que le gustaba aburrirse y no trabajar.

Ilustración: Ana del Arenal

El murciélago bailarín

Cuento de un murciélago que amaba bailar
Había una vez un murciélago peludo y volador que por las noches bailaba y por el día descansaba boca abajo en su cueva. Por su cumpleaños le regalaron unos cascabeles que se colgó en sendas alas y entonces sus bailes se convirtieron en un hermoso espectáculo al que acudían todos los animales del bosque cada noche.

Pero un día el murciélago se rompió un ala y tuvo que dejar de bailar para siempre.  Se encerró en su cueva y pasó varias semanas colgado sin moverse, muy triste. Hasta que decidió que a él le seguía gustando el baile y que como no podía bailar, iba a enseñar a los animales del bosque. Porque viéndoles bailar, iba a disfrutar también un montón.

Todos querían bailar como él, así que empezó enseguida las clases de baile. El que más difícil lo tenía era el hipopótamo que con sus cortas patas y su grueso cuerpo no conseguía seguir el ritmo.  En cambio las águilas y los conejos lo hacían de maravilla.

Cuando llegó el final del otoño, la mayoría se podía decir que sabían bailar. Y en agradecimiento al esfuerzo que había hecho el murciélago enseñándoles, le prepararon una bonita sorpresa ¡el baile del murciélago bailarín! Un baile para el que se ponían todos dos alas negras y bailaban los pasos preferidos del murciélago. Y al murciélago bailarín aquello le pareció tan genial como las noches en las que podía bailar.  Y entonces decidió dedicarse a enseñar a bailar y por eso le empezaron a llamar “el murciélago maestro bailarín”.

Ilustración: Ana del Arenal

Lee cuando quieras este cuento infantil sobre un murciélago

El lobo glotón

Cuento de un lobo que comía dulces

Todos los lobos tienen fama de feroces. Pero nosotras conocemos un lobo muy simpático que estaba preocupado porque ningún animal se le acercara por miedo a ser devorado. Así que queriendo demostrar que él no era un lobo feroz, que no comía animales y que su comida preferida eran los dulces, montó una tienda a la que llamó “La despensa de caramelos del claro del bosque”.

En ella vendía  caramelos de hierbabuena, piruletas de piñones y chicles de musgo. Pero ningún animal se acercaba, porque le seguían temiendo. Entonces se puso una careta de caracol, para engañar a los animales que enseguida pensaron que era un caracol de verdad. Eso sí, un poco raro porque tenía orejas de lobo y una enorme y peluda cola. Pero como sus caramelos estaban muy ricos, los animales no dudaban en acercarse a su tienda.

-Soy un caracol del Polo Norte, un lugar donde nieva y  tenemos mucho pelo para protegernos del frío- explicaba el lobo con careta de caracol cuando veía que le miraban extrañados su cuerpo peludo.

Pero un día el conejo descubrió al lobo quitándose la careta de caracol, para poder comer más cómodamente una piruleta de piñones.

-¡Es el lobo!- contó al resto de los animales – pero no es el lobo feroz de los cuentos, este es un lobo glotón, a quien solo debemos temer ¡si tenemos un dulce en la mano porque si nos despistamos nos lo quita para comérselo él!

Y todos los animales rieron y fueron donde el lobo a decirle que no le hacía falta la careta de caracol y que si seguía cocinando esos dulces tan ricos los animales iban a seguir acercándose contentos a su tienda. 

Ilustración: Ana del Arenal
Lee cuando quieras este cuento infantil sobre un lobo

El pato Patolón


Cuento del pato que andaba en bicicleta

Érase una vez una granja donde vivía el pato Patolón. Además de él, en la granja, vivían otros animales: unas vacas, un perrito, unos cerdos y unas gallinas. El dueño de la granja se llamaba Godofredo y tenía un hijo llamado Fredito. A Fredito le encantaba andar en bicicleta y siempre la dejaba aparcada a la entrada de la granja. En ese momento, el pato Patolón aprovechaba para subirse en la bici de Fredito y darse una vuelta por la granja. 

Y cuando pasaba por las cuadras las vacas lo miraban sorprendidas, pensando si ellas también serían capaces de aprender a andar en bici. Los cerdos se tapaban los ojos con las pezuñas por miedo a verle estrellarse y el perrito ladraba. Así pasaban los días y el pato Patolón cada día andaba un rato en bici.


Un día Fredito invitó a todos sus amigos a merendar un chocolate a la granja. Llegaron todos con sus bicicletas y las dejaron aparcadas en la puerta de la casa.

Cuando el pato Patolón vio todas las bicis, tuvo una gran idea. “Voy a proponer a mis amigos los animales que se monten en las bicis y vengan a dar una vuelta conmigo por la granja. ¡Qué divertido!" 

Y fue a buscar a las vacas, los cerdos, el perrito y las gallinas y todos se montaron en las bicicletas. Al principio les costó un poco aprender, pero cuando empezaron a moverse todo era más fácil. Así, todos empezaron a seguir a Patolón por la granja dando gritos de alegría y riéndose. 

Cuando ya lo habían pasado muy bien y estaban un poco cansados dejaron las bicis en el mismo sitio donde las habían dejado Fredito y sus amigos. Entonces todos le dieron un abrazo enorme a Patolón por haberles enseñado a andar en bici, y se fueron muy contentos a sus cuadras en la granja.

¡Hasta la siguiente travesía en bici!- se despidió Patolón


Con la colaboración de Carlos Teijeira

Ilustración: Ana del Arenal

Lee cuando quieras este cuento infantil sobre un pato

La nutria y el caballito de mar



Cuento sobre la amistad entre una nutria y un caballito de mar

En un enorme río de América del Norte vivía una nutria que era la número uno en natación. Pero en su última competición se había golpeado con una enorme piedra la cola, y había llegado la última en la carrera, empatando con el pequeño caballito de mar. 

-No te entristezcas nutria, yo siempre pierdo porque soy el más pequeño, y aún así me lo paso bien compitiendo- le explicó el caballito de mar.

La nutria pensó que no era justo perder por ser pequeño, además seguro que si el caballito de mar se entrenaba también podía ganar. Y eso fue lo que le propuso. Entrenar para ganar la gran carrera de primavera que se celebraba dos semanas más tarde. Al caballito de mar le pareció una idea genial. Y los días posteriores se levantaban pronto para correr con los tiburones, después de comer se iban a saltar con los delfines y por la tarde iban a la playa con los cangrejos para entrenarse andando hacia atrás. 

Llegó el gran día de la gran carrera de primavera, y el caballito de mar se situó nervioso en el punto de salida y a la de tres salió dando grandes saltos con los que avanzaba muy deprisa, y adelantó al pez payaso, al pez raya, al pez espada y a la tortuga de mar. ¡Y consiguió llegar el tercero! Después del delfín y la morena.  

Todos los animales del mar le felicitaron por su esfuerzo y por haber llegado el tercero ¡se nota que has hecho un buen entrenamiento con la nutria y que te has esforzado! Y por eso le dieron una medalla especial, quizá la que más valía, la medalla al esfuerzo y a la superación. Y el caballito de mar siguió entrando con la nutria y después de un tiempo incluso llegó primero en alguna carrera. 

Ilustración: Ana del Arenal

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