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Los tres cerditos y el lodo


Cuento de tres cerditos que se divierten en el barro
Dibujo: Ana del Arenal

Eran tres hermanos cerditos a quienes les gustaba mucho ir a la escuela. Tenían cada uno una mochila preciosa con su nombre, en la que guardaban su estuche, el cuaderno y un libro de lectura.

Se levantaban muy temprano por la mañana para desayunar una manzana muy madura, casi casi pocha, y un buen vaso de leche que bebían con una pajita haciendo mucho ruido.

Un día, volviendo de la escuela, pasaron delante de un gran charco lleno de lodo. Con lo que les gustaba a ellos bañarse en el lodo, no lo dudaron, se quitaron las mochilas y saltaron al charco, a la de una, a las dos y a las tres. Jugaron durante horas y horas, manchándose de lodo.

Cuando empezó a atardecer y casi ya no quedaba lodo en el charco, se dieron cuenta de que se había hecho muy tarde y de que sus padres estarían preocupados en casa esperándoles. Debían de pensar en alguna excusa para explicar porqué llegaban tan tarde.

Por el camino fueron discutiendo. El mayor decía que podían inventarse que les había entretenido un lobo por el camino, el mediano que  se había roto el puente por el que siempre pasaban para llegar a casa y el pequeño dijo que lo mejor era decir la verdad.

Y cuando llegaron a casa, sin pensarlo, les contaron a sus padres lo bien que se lo habían pasado jugando en el lodo y que por eso se les había hecho tarde. Y como al papa cerdo y a la mamá cerda también les encantaba el lodo, les preguntaron dónde estaba ese hermoso charco ¡para ir todos juntos a darse un chapuzón!

Otros cuentos infantiles de animales que te gustarán:
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Audiocuento: El cocodrilo enamorado

Puedes escuchar aquí el cuento El cocodrilo enamorado.
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Coco era un cocodrilo verde y vago que se pasaba los días en el lago. Cada día que pasaba se aburría más. Miraba con envidia a la tortuga que vivía en la orilla de enfrente y que se ganaba la vida transportando de un lado a otro del lago a conejos, caracoles y gusanos. La tortuga movía rápidamente su cola y atravesaba a toda velocidad las aguas al tiempo que imitaba el ruido de un motor.
-Bruuuummmm
-Parece que la tortuga se divierte a pesar de estar trabajando- pensaba el cocodrilo.
A él eso de trabajar no le parecía divertido. Prefería aburrirse. Aunque significara estar siempre solo, sin amigos y sin hablar ni reír con nadie.
Hasta que una tarde llegó al lago una cocodrila nueva. Coco enseguida se enamoró de ella y la quiso impresionar. 
-Me pondré a trabajar, haré amigos y ella también querrá ser amiga mía.
Y empezó a transportar animales de un lado a otro del lago. Acordó con la tortuga que él lo haría los días de lluvia. Así los animales estarían a cubierto en su enorme boca y los días de sol él descansaría. ¡Y descubrió que sí era divertido trabajar sobre todo porque se hizo un montón de amigos que le contaban historias geniales! Y además, la cocodrila nueva se acercó a él para que le explicara cómo se podía trabajar en ese lago y para que le presentara a sus amigos.

Y acabaron por enamorarse. Y Coco el cocodrilo continuó divirtiéndose y olvidó la época en la que le gustaba aburrirse y no trabajar.

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuentos en El Bául de los Cuentos


¿Qué os parece este bonito diseño que ha hecho Nazaret León para nuestro blog? Es la mejor forma para recordaros que todos los domingos podéis oir las historias del bául en Radio Euskadi.

Si no os va bien el horario, que ya conocemos nuestras/vuestras vidas ocupadísimas, podéis descargar directamente los audiocuentos en nuestra sección Audiocuentos.

¡Atent@s que empieza!

Audiocuento: un pingüino vegetariano poco serio

Puedes escuchar aquí el cuento Un pingüino vegetariano poco serio.
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cuentos infantiles

BRRR era un pingüino que vivía en una región polar y al que le encantaba comer los peces que su mamá y papá pescaban para él.

Un día, BRRR decidió que ya era mayor y que iba a ser él quien pescara sus propios peces. Pero a pesar de intentarlo varias veces, no lo consiguió. Sus alas aún eran demasiado pequeñas para moverse con rapidez y poder pescar. Así que tomó una decisión. “Me hago vegetariano”, se dijo, “y a partir de ahora no comeré carne de ningún pez. Plantaré una huerta con tomates y lechuga para hacerme una rica ensalada todas las mañanas”.

A todos los pingüinos les gustaba ver cómo BRRR cogía la regadera y hacía como que regaba las semillas en su huerta. Pero, en realidad en su regadera nunca había agua, porque BRRR ponía sus tomates y lechugas en los charcos que había en el suelo congelado. ¡Y no les hacía falta más agua!

Los días pasaban y las semillas nunca llegaban a crecer. Además BRRR empezaba a tener unas ganas enormes de comer un buen pescado. Así que decidió volver a intentar pescar y muy temprano por las mañanas empezó a entrenarse.

Después de sólo una semana de entrenamiento lo consiguió. ¡Aprendió a pescar él solo!

Estaba tan contento que lo celebró comiendo una docena de peces. Y cuando le vieron los otros pingüinos le preguntaron sorprendidos: “¿Pero no habías dicho que eras vegetariano y que no comías carne de pescado”. Y BRRR les contestó saboreando su plato: “No. Decía que era... ¡¡¡pecetariano!!! Y eso significa que te gusta muuucho el pescado”. Los pingüinos reían con las ocurrencias de BRRR que no sabía qué inventar para poder comer el pescado que tanto le seguía gustando.

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: los tres cerditos y el lodo

Puedes escuchar aquí el cuento Los tres cerditos y el lodo.
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Érase una vez tres hermanos cerditos a quienes les gustaba mucho ir a la escuela. Tenía cada uno una mochila preciosa con su nombre, en la que guardaban su estuche, el cuaderno y un libro de lectura.

Se levantaban muy temprano por la mañana para desayunar una manzana muy madura, casi casi pocha, y un buen vaso de leche que bebían con una pajita haciendo mucho ruido.

Un día, volviendo de la escuela, pasaron delante de un gran charco lleno de lodo. Con lo que les gustaba a ellos bañarse en el lodo, no lo dudaron: se quitaron las mochilas y saltaron al charco a la de una, a las dos y a las tres. Jugaron durante horas y horas, manchándose de lodo.

Cuando empezó a atardecer y casi ya no quedaba lodo en el charco, se dieron cuenta de que se había hecho muy tarde y de que sus padres estarían preocupados en casa esperándoles. Debían de pensar en alguna excusa para explicar porqué llegaban tan tarde a casa.

Por el camino fueron discutiendo. El mayor decía que podían inventarse que les había entretenido un lobo por el camino, el mediano que se había roto el puente por el que siempre pasaban para llegar a casa y el pequeño dijo que lo mejor era decir la verdad.

Y cuando llegaron a casa, sin pensarlo, les contaron a sus padres lo bien que se lo habían pasado jugando en el lodo y que por eso se les había hecho tarde. Y como al papa cerdo y a la mamá cerda también les encantaba el lodo, les preguntaron dónde estaba ese hermoso charco ¡para ir todos juntos a darse un chapuzón!

Ilustración: Ana del Arenal

Una mariquita sin manchas para colorear


Dibujo de una mariquita para colorear

Os podéis descargar esta mariquita sin manchas para que l@s pequeñ@s de la casa la coloreen. ¡Incluso pueden dibujar las manchas y cambiar el final de la historia! Aunque antes os recomendamos que se lo leáis para que disfruten con el cuento de la mariquita sin manchas. También podéis escucharlo, porque está disponible como audiocuento.

Audiocuento: la tortuga patinadora

Puedes escuchar aquí el cuento La tortuga patinadora.
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En el bosque también llegaba el invierno y empezaba a hacer mucho frío, tanto que el río se había helado y los animales ya no se podían bañar en él.
-¡Qué pena!- pensaban la liebre y el castor -¡Con lo que nos gusta bañarnos y nadar en el río!-
En cambio la tortuga estaba contenta, a ella el agua no le gustaba mucho. Era una tortuga de tierra que solo metía sus patas en el agua cuando hacía demasiado calor, nada más que para refrescarse un poco. Pero le daba pena ver al resto de los animales tristes, porque decían que eso de bañarse en el río era muy divertido, y ahora en invierno no podían darse un chapuzón.
-¡No os desaniméis! Con el río helado también nos lo podemos pasar bien, ¡podemos patinar en él!-
-¡Qué idea más genial!- gritaron la liebre y el castor, al tiempo que daban un salto al río helado.
¡Menudo resbalón se dieron! A la tortuga no le había dado tiempo a explicar que para patinar había que entrar despacito en el río y que poco a poco había que delizarse por el hielo.
Y para evitar más resbalones, la tortuga decidió darles clases de patinaje a los animales. Como patines utilizaban unas enormes hojas verdes que ponían bajo sus patas, y con ellas se movían por el hielo como unos verdaderos patinadores. Pero lo mejor era el final de la clase, cuando para celebrar todo lo que iban aprendiendo, la tortuga se ponía panza arriba, los animales se subían en su tripa y ella se dejaba resbalar río abajo como si fuera un trineo.
-Yujuuuuuuuuu ¡A tope de velocidad!- gritaban los animales mientras ella se deslizaba río abajo. ¡Qué divertido era el río también en invierno!

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: de charco en charco

Puedes escuchar aquí el cuento De charco en charco.
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Hoy ha llovido todo el día. Como siempre, mamá esperaba a Tina y Leo en la parada del autobús. Leo ha sido el primero en bajar. No se ha dado cuenta de que había un gran charco justo donde terminaba la escalerilla y… ¡plas! ¡Ha metido todo el pie en el agua! Se le ha mojado el zapato, el calcetín… hasta un buen trozo de pantalón estaba empapado.

A Tina le ha parecido de lo más divertido. Como bajaba justo detrás de Leo, en cuanto mamá le ha ayudado a Leo a salir del charco, Tina ha saltado sobre él. ¡Cómo ha salpicado el agua! También se ha mojado los pies. Pero a mamá no le ha parecido tan divertido.

- Tina, lo de Leo ha sido una faena, pero no se ha dado cuenta. Pero tú te has mojado a propósito… tendremos que ir a casa a cambiaros de ropa, porque si no cogeréis un buen resfriado.

Al llegar a casa, mamá les ha quitado la ropa que estaba mojada y les ha puesto el chubasquero, el gorro y las botas de lluvia. “Ya sé que os encanta saltar en los charcos, chicos, pero es mejor que lo hagáis cuando estéis bien equipados. ¡Como ahora!”, ha dicho mamá. Y Tina y Leo han salido a la calle para saltar de charco en charco.

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: yo me llamo, tú te llamas, él se llama...

Puedes escuchar aquí el cuento Yo me llamo, tú te llamas, él se llama.
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Papá está leyendo el periódico y Leo, a su lado, está pintando en su cuaderno con los lápices de colores.

- Papá, ¿tú tienes nombre?
- ¡Claro! Como tú, como Tina, como mamá… ¡como Atila! ¿Cómo me llama mamá? ¿cómo me llama la abuela?
- Te llaman Álvaro
- Porque ése es mi nombre
- ¿Y por qué yo me llamo Leo?

Papá ha explicado a Leo que los nombres se ponen por diferentes razones. “Por ejemplo, Tina y tú os llamáis así porque a mamá y a mí nos gustaban mucho esos nombres. Yo me llamo Álvaro porque mi abuelo se llamaba así. Y mamá se llama Violeta, un nombre de flor, porque las violetas son las flores preferidas de la abuela”, ha dicho papá.

- ¿Y Atila? ¿Por qué le llamamos Atila?

En ese momento, mamá y Tina, que estaban escuchando la conversación, se han sentado con ellos. Mamá ha empezado a contar la historia de Atila, que fue un valiente guerrero que vivió hace muchos, muchos años.

Atila, como si hubiese entendido que hablaban de él, se ha acercado a escuchar atentamente la historia.

“Ya sabéis que recogimos a Atila en la perrera. Cuando su antiguo dueño tuvo que marcharse a vivir a otro sitio no pudo llevarlo con él. En la perrera nos contaron que Atila siempre se portó como un perro valiente. ¡Por eso le pusimos Atila!”, ha terminado mamá. “¿A que te gusta el nombre?”.

Y Atila ha contestado… ¡Guau!

Ilustración: Ana del Arenal

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Viaje en tren para colorear

¿A quién no le gusta viajar en tren? y más cuando es en familia... Os dejamos para descargar la lámina del viaje en tren de Tina y Leo para colorear ¡puede ser una actividad muy divertida antes de comenzar un viaje!

Ademas, no os olvidéis de contar la historia de Tina y Leo en el tren, la podéis leer o escuchar.
Dibujo para colorear del viaje de Tina y Leo en tren


Audiocuento: una gran nevada

Puedes escuchar aquí el cuento Una gran nevada.
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Tina y Leo estaban merendando un trozo de queso con pan cuando, a través de la ventana de la cocina, han visto que comenzaba a nevar. Primero despacito, un copo, otro copo, y luego cada vez más rápido, hasta que apenas podía verse desde la ventana el árbol del jardín.

Atila, el perro de los mellizos, ha entrado en casa cubierto de nieve. "Pero si parece un oso!", ha dicho Leo riendo.

Todos miraban cómo nevaba por la ventana. Poco a poco, la nieve ha dejado de caer. ¡El jardín estaba completamente blanco!

- Tengo una idea, ha dicho mamá. Vamos a abrigarnos bien y saldremos a jugar con la nieve en el jardín.
- Podemos construir un gran muñeco de nieve!

Papá ha apilado la nieve con la ayuda de Tina y Leo. Hasta que Tina le ha lanzado un puñado de nieve a Leo, que no lo ha dudado y le ha frotado la cara con un poco de nieve. Lo que ha empezado como una broma se parecía cada vez más a una pelea. Papá les pedía que parasen, Tina ha empezado a llorar... Alarmado por tanto alboroto, Atila ha llegado a todo correr... y ha destrozado el cuerpo del muñeco que estaban construyendo!

- ¿Pero qué ocurre aquí? Mamá salía en ese momento de casa con una zanahoria, dos mandarinas y un viejo sombrero de papá.
- ¿Por qué llevas todas esas cosas?, ha preguntado Tina
- La zanahoria es la nariz y las mandarinas son los ojos. El sombrero es para que el muñeco no pase frío. ¡Pero ya no tenemos muñeco!
- Tendremos que comenzar de nuevo, ha dicho papá.
- Pero yo tengo las manos mojadas. Mamá, ¿por qué tengo las manos mojadas si no hemos jugado con agua?

Mamá ha explicado a Tina y Leo que la nieve no es más que agua muy fría. Luego ha cogido nieve en su mano y los mellizos han podido ver cómo se derretía.

Con la pelea ya olvidada, se han puesto de nuevo manos a la obra. Han construido el cuerpo de nieve y la cabeza. Han puesto los ojos, la nariz y el sombrero. Qué muñeco tan bonito!

Ilustración: Ana del Arenal

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Audiocuento: Serafín, el viejo delfín

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Serafín era el delfín más viejo del mar. Los lunes, todos los peces se reunían entorno a él en un rinconcito para escuchar las viejas historias del mar: de cuando llegaron los primeros delfines, de cuando se enfrentaron a los tiburones, de cuando nacieron los primeros peces payaso o de cuando cultivaron algas de muchos colores para tener un hermoso jardín en aquel mar en el que ahora todos vivían.
Eran unos momentos especiales en los que solo se oía la ronca voz de Serafín el viejo delfin mientras contaba largas y entretenidas historias.
Pero un lunes, Serafín no apareció. No estaba esperando en su rinconcito, y los peces empezaron a preocuparse.

"Vamos a preguntar a su hija Delfina", dijo en voz alta un tiburón. Y Delfina les contó que Serafín el viejo delfín ya no estaba, que había cumplido tantos años que estaba muy cansado y se había ido al cielo a descansar.
- Pero me ha dicho que no os pongáis tristes y ha dejado un libro repleto de bonitas historias para que lo leais todos los lunes en su rinconcito- continúo explicando Delfina.
Los peces se disgustaron ante la triste noticia porque ya no iban a ver a Serafín, pero en cuanto abrieron el libro de las historias no tardaron en empezar a reírse ¡la primera historia era muy graciosa! Contaba cómo la tortuga más anciana del mar un día de carnaval se había disfrazado de bebé tortuga ¡con un enorme chupete!
Así que todos los lunes, a pesar de que Serafín ya no estaba, los peces se reunían en su rinconcito y le recordaban mientras se iban turnando para leer su libro de historias. Lo que Serafín no llegó a saber es que gracias a él, a muchos peces les entraron unas ganas enormes de leer. ¡Todos querían poder leer del libro de Serafín!
Ilustración: Ana del Arenal

El baño de Tina y Leo: cuento, audiocuento y lámina para colorear

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Los mellizos Tina y Leo se lo han pasado de miedo esta tarde en el parque. De vuelta a casa, mamá ha preparado el baño como todas las tardes. Tina y Leo se bañan juntos, ¡les encanta! Agua calentita, muchos juguetes… ¡y a chapotear!

Aunque mamá siempre les diga que tengan cuidado con tanto chapoteo, a Tina y Leo les gusta mucho que el agua salpique. Hoy, además, toca lavar el pelo. Así que después de enjabonarles todo el cuerpo, mamá les ha puesto champú en la cabeza. Primero a Leo y luego a Tina. Ha comenzado a frotar, y frotar, y frotar… hasta que se les ha llenado la cabeza de espuma.

- ¡Pareces una tarta!, le ha dicho Tina a Leo. Y los dos han empezado a reír a carcajadas.
- Papá, ven, soy una tarta!!

Papá ha entrado a toda velocidad en el baño para ver las cabezas de Tina y Leo convertidas en bonitas tartas de champú. Pero sin darse cuenta ha resbalado con el agua que había caído fuera de la bañera y se ha pegado un buen culetazo.

- ¿Estás bien?, ha preguntado mamá, un poco preocupada.
- Sí, tranquilos. ¡Tina y Leo han vuelto a llenarlo todo de agua! Oye, es verdad que parecéis dos tartas… Ahora no tengo dos niños, ¡tengo dos merengues gigantes!

Y todos han vuelto a estallar en risas. Papá se ha levantado del suelo y Leo le ha dicho “Papá, no queremos que te vuelvas a caer, intentaremos tener más cuidado con el agua”. “Eso está muy bien, Leo”, ha contestado papá. “¡Es una muy buena idea para una cabeza de merengue!”

Ilustración: Ana del Arenal

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La tortuga patinadora

También disponible como audiocuento.
Cuento de la llegada del invierno al bosque

En el bosque también llegaba el invierno y empezaba a hacer mucho frío, tanto que el río se había helado y los animales ya no se podían bañar en él.

-¡Qué pena!-  pensaban la liebre y el castor -¡Con lo que nos gusta bañarnos y nadar en el río!-
En cambio la tortuga estaba contenta, a ella el agua no le gustaba mucho. Era una tortuga de tierra que solo metía sus patas en el agua cuando hacía demasiado calor, nada más que para refrescarse un poco. Pero le daba pena ver al resto de los animales tristes, porque decían que eso de bañarse en el río era muy divertido, y ahora en invierno no podían darse un chapuzón.

-¡No os desaniméis! Con el río helado también nos lo podemos pasar bien, ¡podemos patinar en él!-
-¡Qué idea más genial!- gritaron la liebre y el castor, al tiempo que daban un salto al río helado. 

¡Menudo resbalón que se dieron! A la tortuga no le había dado tiempo a explicar que para patinar había que entrar despacito en el río y que poco a poco había que delizarse por el hielo.

Y para evitar más resbalones, la tortuga decidió darles clases de patinaje a los animales. Como patines utilizaban unas enormas hojas verdes que ponían bajo sus patas, y con ellas se movían por el hielo como unos verdaderos patinadores. Pero lo mejor era el final de la clase, cuando para celebrar todo lo que iban aprendiendo, la tortuga se ponía panza arriba, los animales se subían en su tripa y ella se dejaba resbalar río abajo como si fuera un trineo.

-Yujuuuuuuuuu ¡A tope de velocidad!- gritaban los animales mientras ella se deslizaba río abajo. ¡Qué divertido era el río también en invierno!

Ilustración: Ana del Arenal