Mostrando entradas con la etiqueta cuentos sobre la nieve. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cuentos sobre la nieve. Mostrar todas las entradas

El osito que descubrió la nieve


Tierna historia de la mamá osa y el osito un día de nieve
Dibujo: Ana del Arenal
Había una vez un osito que vivía en una pequeña cueva con la mamá osa y el papa oso. Cuando empezaba el invierno el osito y su familia hibernaban en la cueva, durmiendo los días de nieve y frío, para despertarse en primavera con los primeros rayos del sol. 

Antes de cerrar los ojos, el osito siempre le decía a su mamá que le gustaría ver la nieve de cerca. Pero no era posible, porque en los meses que helaba, su familia se resguardaba en la cueva y no salía de ella hasta que fuera comenzaba el calor. 

Pero el día de su quinto cumpleaños, cuando el invierno ya había terminado, la mamá osa quiso darle una sorpresa y hacerle ver la nieve, pero una nieve especial. Por eso, mamá osa compró muchos sacos de harina y les pidió a los pájaros que la desparramaran por todo el bosque. 

Y así, cuando el osito se despertó la mañana de su cumpleaños, vio las copas de los árboles, la hierba y las montañas, cubiertas de una hermosa capa blanca que parecía nieve. 

Corriendo fue a contárselo a su mamá… y su mamá le dijo que además era una nieve especial con la que se podían hacer riquísimos pasteles. Y con un puñado de esa nieve, unos huevos y algo de leche, le hizo el mejor pastel de cumpleaños que jamás había tenido el osito.



La carta a los Reyes Magos

(Con los dibujos del baúl hemos preparado varios modelos de cartas. Puedes descargarte desde aquí la carta a los Reyes Magos, la carta a Papá Noel o la carta a Olentzero. Más modelos al final del cuento).

Tina y Leo escriben la carta a los Reyes Magos con su lista de regalos
Dibujo: Ana del Arenal


¡Por fin ha llegado el día! Esta tarde, los mellizos Tina y Leo escribirán la carta a los Reyes Magos. Durante las últimas semanas han hecho un esfuerzo especial por portarse bien y que sus majestades de oriente les traigan los regalos que van a pedir.

“Recordad que podéis pedir tres cosas cada uno. Los Reyes Magos tienen que llevar regalos a todos y si pedís muchas cosas los pobres camellos no podrán con todo”, ha dicho mamá. “En cuanto terminéis, papá tiene una sorpresa para vosotros”.

Tina y Leo han preparado cuidadosamente sus cartas. Cuando papá ha entrado en el salón, llevaba tantas cajas en los brazos que sólo se le veían los ojos y la punta de la nariz. Los mellizos le han mirado, divertidos.

          - Vamos, no os quedéis ahí. Ayudadme a dejar las cajas en el suelo. Aquí están todos los adornos navideños. ¡Hoy la Navidad va a entrar en esta casa!

Enseguida han comenzado a abrir las cajas. Bolas grandes y pequeñas, guirnaldas de colores, velas estrechitas y velas gordísimas, papanoeles gordinflones… ¡Cuántas cosas!

Mientras Tina y Leo vaciaban las cajas, papá y mamá han sacado el árbol para adornarlo entre todos. Una bola por aquí, una campana por allí… ¡Hasta Atila, el perro, ha colaborado empujando las bolas con el hocico! Para terminar, en lo más alto, la estrella fugaz.

¡La Navidad se acerca!

Con los dibujos del baúl hemos preparado varios modelos de cartas a los Reyes Magos que te puedes descargar desde aquí:
carta a los Reyes Magos (modelo 1)
- carta a los Reyes Magos (modelo 2)
- carta a Papá Noel (modelo 1)
- carta a Papá Noel (modelo 2)
carta a Olentzero (modelo 1)
- carta a Olentzero (modelo 2)

Audiocuento: un pingüino vegetariano poco serio

Puedes escuchar aquí el cuento Un pingüino vegetariano poco serio.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.

cuentos infantiles

BRRR era un pingüino que vivía en una región polar y al que le encantaba comer los peces que su mamá y papá pescaban para él.

Un día, BRRR decidió que ya era mayor y que iba a ser él quien pescara sus propios peces. Pero a pesar de intentarlo varias veces, no lo consiguió. Sus alas aún eran demasiado pequeñas para moverse con rapidez y poder pescar. Así que tomó una decisión. “Me hago vegetariano”, se dijo, “y a partir de ahora no comeré carne de ningún pez. Plantaré una huerta con tomates y lechuga para hacerme una rica ensalada todas las mañanas”.

A todos los pingüinos les gustaba ver cómo BRRR cogía la regadera y hacía como que regaba las semillas en su huerta. Pero, en realidad en su regadera nunca había agua, porque BRRR ponía sus tomates y lechugas en los charcos que había en el suelo congelado. ¡Y no les hacía falta más agua!

Los días pasaban y las semillas nunca llegaban a crecer. Además BRRR empezaba a tener unas ganas enormes de comer un buen pescado. Así que decidió volver a intentar pescar y muy temprano por las mañanas empezó a entrenarse.

Después de sólo una semana de entrenamiento lo consiguió. ¡Aprendió a pescar él solo!

Estaba tan contento que lo celebró comiendo una docena de peces. Y cuando le vieron los otros pingüinos le preguntaron sorprendidos: “¿Pero no habías dicho que eras vegetariano y que no comías carne de pescado”. Y BRRR les contestó saboreando su plato: “No. Decía que era... ¡¡¡pecetariano!!! Y eso significa que te gusta muuucho el pescado”. Los pingüinos reían con las ocurrencias de BRRR que no sabía qué inventar para poder comer el pescado que tanto le seguía gustando.

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: la tortuga patinadora

Puedes escuchar aquí el cuento La tortuga patinadora.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.

En el bosque también llegaba el invierno y empezaba a hacer mucho frío, tanto que el río se había helado y los animales ya no se podían bañar en él.
-¡Qué pena!- pensaban la liebre y el castor -¡Con lo que nos gusta bañarnos y nadar en el río!-
En cambio la tortuga estaba contenta, a ella el agua no le gustaba mucho. Era una tortuga de tierra que solo metía sus patas en el agua cuando hacía demasiado calor, nada más que para refrescarse un poco. Pero le daba pena ver al resto de los animales tristes, porque decían que eso de bañarse en el río era muy divertido, y ahora en invierno no podían darse un chapuzón.
-¡No os desaniméis! Con el río helado también nos lo podemos pasar bien, ¡podemos patinar en él!-
-¡Qué idea más genial!- gritaron la liebre y el castor, al tiempo que daban un salto al río helado.
¡Menudo resbalón se dieron! A la tortuga no le había dado tiempo a explicar que para patinar había que entrar despacito en el río y que poco a poco había que delizarse por el hielo.
Y para evitar más resbalones, la tortuga decidió darles clases de patinaje a los animales. Como patines utilizaban unas enormes hojas verdes que ponían bajo sus patas, y con ellas se movían por el hielo como unos verdaderos patinadores. Pero lo mejor era el final de la clase, cuando para celebrar todo lo que iban aprendiendo, la tortuga se ponía panza arriba, los animales se subían en su tripa y ella se dejaba resbalar río abajo como si fuera un trineo.
-Yujuuuuuuuuu ¡A tope de velocidad!- gritaban los animales mientras ella se deslizaba río abajo. ¡Qué divertido era el río también en invierno!

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: una gran nevada

Puedes escuchar aquí el cuento Una gran nevada.
El resto de audiocuentos están disponibles aquí.
Tina y Leo estaban merendando un trozo de queso con pan cuando, a través de la ventana de la cocina, han visto que comenzaba a nevar. Primero despacito, un copo, otro copo, y luego cada vez más rápido, hasta que apenas podía verse desde la ventana el árbol del jardín.

Atila, el perro de los mellizos, ha entrado en casa cubierto de nieve. "Pero si parece un oso!", ha dicho Leo riendo.

Todos miraban cómo nevaba por la ventana. Poco a poco, la nieve ha dejado de caer. ¡El jardín estaba completamente blanco!

- Tengo una idea, ha dicho mamá. Vamos a abrigarnos bien y saldremos a jugar con la nieve en el jardín.
- Podemos construir un gran muñeco de nieve!

Papá ha apilado la nieve con la ayuda de Tina y Leo. Hasta que Tina le ha lanzado un puñado de nieve a Leo, que no lo ha dudado y le ha frotado la cara con un poco de nieve. Lo que ha empezado como una broma se parecía cada vez más a una pelea. Papá les pedía que parasen, Tina ha empezado a llorar... Alarmado por tanto alboroto, Atila ha llegado a todo correr... y ha destrozado el cuerpo del muñeco que estaban construyendo!

- ¿Pero qué ocurre aquí? Mamá salía en ese momento de casa con una zanahoria, dos mandarinas y un viejo sombrero de papá.
- ¿Por qué llevas todas esas cosas?, ha preguntado Tina
- La zanahoria es la nariz y las mandarinas son los ojos. El sombrero es para que el muñeco no pase frío. ¡Pero ya no tenemos muñeco!
- Tendremos que comenzar de nuevo, ha dicho papá.
- Pero yo tengo las manos mojadas. Mamá, ¿por qué tengo las manos mojadas si no hemos jugado con agua?

Mamá ha explicado a Tina y Leo que la nieve no es más que agua muy fría. Luego ha cogido nieve en su mano y los mellizos han podido ver cómo se derretía.

Con la pelea ya olvidada, se han puesto de nuevo manos a la obra. Han construido el cuerpo de nieve y la cabeza. Han puesto los ojos, la nariz y el sombrero. Qué muñeco tan bonito!

Ilustración: Ana del Arenal

Imprime este cuento

Una gran nevada

(También disponible como audiocuento).
Excursión de Tina y Leo a la nieve
Tina y Leo estaban merendando un trozo de queso con pan cuando, a través de la ventana de la cocina, han visto que comenzaba a nevar. Primero despacito, un copo, otro copo, y luego cada vez más rápido, hasta que apenas podía verse desde la ventana el árbol del jardín.

Atila, el perro de los mellizos, ha entrado en casa cubierto de nieve. "Pero si parece un oso!", ha dicho Leo riendo.

Todos miraban cómo nevaba por la ventana. Poco a poco, la nieve ha dejado de caer. ¡El jardín estaba completamente blanco!

          - Tengo una idea, ha dicho mamá. Vamos a abrigarnos bien y saldremos a jugar con la nieve en el jardín.
          - Podemos construir un gran muñeco de nieve!

Papá ha apilado la nieve con la ayuda de Tina y Leo. Hasta que Tina le ha lanzado un puñado de nieve a Leo, que no lo ha dudado y le ha frotado la cara con un poco de nieve. Lo que ha empezado como una broma se parecía cada vez más a una pelea. Papá les pedía que parasen, Tina ha empezado a llorar... Alarmado por tanto alboroto, Atila ha llegado a todo correr... y ha destrozado el cuerpo del muñeco que estaban construyendo!

          - ¿Pero qué ocurre aquí? Mamá salía en ese momento de casa con una zanahoria, dos mandarinas y un viejo sombrero de papá.
          - ¿Por qué llevas todas esas cosas?, ha preguntado Tina
          - La zanahoria es la nariz y las mandarinas son los ojos. El sombrero es para que el muñeco no pase frío. ¡Pero ya no tenemos muñeco!
          - Tendremos que comenzar de nuevo, ha dicho papá.
          - Pero yo tengo las manos mojadas. Mamá, ¿por qué tengo las manos mojadas si no hemos jugado con agua?

Mamá ha explicado a Tina y Leo que la nieve no es más que agua muy fría. Luego ha cogido nieve en su mano y los mellizos han podido ver cómo se derretía.

Con la pelea ya olvidada, se han puesto de nuevo manos a la obra. Han construido el cuerpo de nieve y la cabeza. Han puesto los ojos, la nariz y el sombrero. Qué muñeco tan bonito!

Ilustración: Ana del Arenal

Escucha este cuento
Imprime este cuento

La tortuga patinadora

También disponible como audiocuento.
Cuento de la llegada del invierno al bosque

En el bosque también llegaba el invierno y empezaba a hacer mucho frío, tanto que el río se había helado y los animales ya no se podían bañar en él.

-¡Qué pena!-  pensaban la liebre y el castor -¡Con lo que nos gusta bañarnos y nadar en el río!-
En cambio la tortuga estaba contenta, a ella el agua no le gustaba mucho. Era una tortuga de tierra que solo metía sus patas en el agua cuando hacía demasiado calor, nada más que para refrescarse un poco. Pero le daba pena ver al resto de los animales tristes, porque decían que eso de bañarse en el río era muy divertido, y ahora en invierno no podían darse un chapuzón.

-¡No os desaniméis! Con el río helado también nos lo podemos pasar bien, ¡podemos patinar en él!-
-¡Qué idea más genial!- gritaron la liebre y el castor, al tiempo que daban un salto al río helado. 

¡Menudo resbalón que se dieron! A la tortuga no le había dado tiempo a explicar que para patinar había que entrar despacito en el río y que poco a poco había que delizarse por el hielo.

Y para evitar más resbalones, la tortuga decidió darles clases de patinaje a los animales. Como patines utilizaban unas enormas hojas verdes que ponían bajo sus patas, y con ellas se movían por el hielo como unos verdaderos patinadores. Pero lo mejor era el final de la clase, cuando para celebrar todo lo que iban aprendiendo, la tortuga se ponía panza arriba, los animales se subían en su tripa y ella se dejaba resbalar río abajo como si fuera un trineo.

-Yujuuuuuuuuu ¡A tope de velocidad!- gritaban los animales mientras ella se deslizaba río abajo. ¡Qué divertido era el río también en invierno!

Ilustración: Ana del Arenal