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Papá está leyendo el periódico y Leo, a su lado, está pintando en su cuaderno con los lápices de colores.
- Papá, ¿tú tienes nombre?
- ¡Claro! Como tú, como Tina, como mamá… ¡como Atila! ¿Cómo me llama mamá? ¿cómo me llama la abuela?
- Te llaman Álvaro
- Porque ése es mi nombre
- ¿Y por qué yo me llamo Leo?
Papá ha explicado a Leo que los nombres se ponen por diferentes razones. “Por ejemplo, Tina y tú os llamáis así porque a mamá y a mí nos gustaban mucho esos nombres. Yo me llamo Álvaro porque mi abuelo se llamaba así. Y mamá se llama Violeta, un nombre de flor, porque las violetas son las flores preferidas de la abuela”, ha dicho papá.
- ¿Y Atila? ¿Por qué le llamamos Atila?
En ese momento, mamá y Tina, que estaban escuchando la conversación, se han sentado con ellos. Mamá ha empezado a contar la historia de Atila, que fue un valiente guerrero que vivió hace muchos, muchos años.
Atila, como si hubiese entendido que hablaban de él, se ha acercado a escuchar atentamente la historia.
“Ya sabéis que recogimos a Atila en la perrera. Cuando su antiguo dueño tuvo que marcharse a vivir a otro sitio no pudo llevarlo con él. En la perrera nos contaron que Atila siempre se portó como un perro valiente. ¡Por eso le pusimos Atila!”, ha terminado mamá. “¿A que te gusta el nombre?”.
Y Atila ha contestado… ¡Guau!
Ilustración: Ana del Arenal
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