Había un jabalí muy peludo y regordete que llegaba tarde a
todos los sitios: a la escuela, a jugar con sus amigos, al río… y es que sus
cortas patas no le ayudaban. Con ellas daba pequeños pasitos con los que
avanzaba muy lentamente. Y el tiempo pasaba y él nunca llegaba puntual, aunque
lo intentara.
Así que el día de su cumpleaños los amigos le regalaron una
bicicleta. ¡Para que aprendiera a
montarla y llegara raudo y veloz a todos los sitios!
El primer día que el jabalí montó en la bicicleta se cayó,
el segundo y el tercero también. Y así durante todos los días de la primera
semana. Hasta que sus amigos se dieron cuenta de que el problema era que tenía
las patas tan cortas que no llegaba a los pedales.
-¿Qué podemos hacer?- le preguntaba preocupado el oso al
cervatillo.
-Podemos atarle unos palos a sus cortas patas, para hacerlas
más largas y que llegue a los pedales.
Y lo hicieron, y el jabalí aprendió a montar en bicicleta y
pedaleaba muy rápido gracias a que llegaba a los pedales con los palos. Pero
ahora tenía otro problema. Cuando se bajaba de la bicicleta ¡no podía andar
porque los palos atados a sus patas le molestaban!
-¡Qué desastre!
-Le regalamos mejor un patinete- dijo el cervatillo.
Y en el patinete el jabalí ya estaba más contento porque
corría bosque arriba bosque abajo empujando con sus cortas patas el patinete. Y además
era genial porque podía llevar a sus amigos más pequeños y lentos con él:
caracoles, gusanos, hormigas, arañas… ¡Todos subían al patinete del jabalí y
llegaban a los sitios tan rápidos como el lince y el avestruz!
Ilustración: Ana del Arenal
Lee cuando quieras este cuento infantil sobre un jabalí
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