Los mellizos Tina y Leo están sentados a la mesa y los dos están enfurruñados. La última vez que mamá puso lechuga sobre la mesa no quisieron comerla, papá y mamá se enfadaron y todo terminó en un tremendo lío.
Cuando mamá les ha dicho que como primer plato había preparado una ensalada, le han dicho muy serios: “No queremos ensalada. No nos gusta la lechuga”.
- Esto no es lechuga. Se llama rúcula. Veréis que hojas tan bonitas.
Y ha puesto sobre la mesa los platos. Tina y Leo se han quedado muy asombrados al ver que la ensalada tenía forma de flor. Tomatitos rojos en el centro y hojas verdes como si fueran pétalos. Los mellizos estaban intrigados.
- ¿A qué sabe la recula?, ha preguntado Leo
- No es recula, sino rúcula, ha corregido mamá. Es un sabor diferente a la lechuga, probadlo.
Leo se ha reído. Rúcula le ha parecido un nombre muy gracioso. Así que ha metido el tenedor en su plato y ha empezado a comer, mientras Tina se resistía. “Es verde, como la lechuga. Seguro que no me gusta”, ha dicho antes de probar nada.
- Los guisantes también son verdes y bien que te gustan, ha dicho mamá.
- Sí, pero son bolitas. Esto son hojas, como la lechuga.
- Tina, tú eres una chica lista, y ya has visto que no son iguales. Son diferentes, porque saben diferente. Mira Leo, está comiendo y parece que le gusta.
- Sí está bueno, mamá, ha explicado Leo con la boca llena.
Tina ha mirado a Leo, luego a mamá… y ha decidido probar su ensalada. Vaya, desde luego no era lechuga, tenía un sabor diferente. “Es posible que haya alguna comida que no os guste”, ha explicado mamá. “Pero siempre tenéis que probar para saber qué os parece. ¿Qué pasaría si no hubieseis probado el chocolate porque es del mismo color que la comida de Atila, nuestro perro?”.
Ilustración: Ana del Arenal
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